martes, 20 de julio de 2010

Tercer fragmento

…C está insoportable. Sólo quiero que me traiga la carne, fresca, y que se vaya. Pero no. Me mantiene adentro de la gruta horas enteras del día últimamente y todo por Astix. Sí, así le puso a uno de los hombres. En realidad al único que inventa para alimentarme. Y creo que ahí está el problema, la causa de su compañía, el secuestro por horas enteras a sus antojos. Porque al principio traía conjuntos humanos que disponía en una de las galerías de la caverna por días enteros. Para ahorrarse el trabajo y la dependencia de sus poderes. Me decía. Yo, cuando tenía necesidad, explotaba en la furia de la luna llena y las garras cortaban y tomaban un pedazo de carne blanda, roja, perfecta de alguno de los creados, bajo el impulso la Bestia.
Pero después, de golpe, concentró su trabajo en un solo hombre. Venía y pasaba horas dibujándolo en el vacío, hasta hacerlo real. Mis ansias me llevaban a estados de locura. Una baba blanca y espesa caía desde la boca. En charcos sobre el suelo. Mientras la luna esplendía sobre mi incontinencia. Y a medida que el hombre se formaba ahí, adelante, el aroma a carne enloquecía algo adentro que se volvía desesperante. Hasta el límite. Creo, un día, que hasta quise tragarme a C de la locura. Me había tenido dieciocho horas sin comer, en ese trance enlentecido de invención.
Pero entonces, no sospechaba nada. Digo, yo. Hasta que apareció la primera señal. Astix, una vez, llegó a tener una mirada siniestra de tan parecida a la de F. Eran como si fueran la misma mirada extrapolada en el espacio. Una copia perfecta, hasta de la intensidad de la luz de sus pupilas. Luego, fue la boca, la nariz, las orejas, el pelo. Hasta llegar a un bosquejo semi-congruente con el Niño F. C se pasó, desde entonces, días y días con ese prototipo. Y sin darme de comer, sin hacerme otros cuerpos que me satisfagan. No. Incluso, algunas veces, me encerró y me encierra en una jaula a oscuras. Igualita a aquella en la que los elegidos me metían en el pasado.Y entonces, presiento el latir intenso, el palpitar, el gusto a sudor de los cuerpos que traspasa la concavidad del olfato a la lengua, el sonido apagado de los jadeos.
Lo peor es que he llegado a confundirlo, yo, con Milton. No sé si es verdad esto que agita otra vez a la Bestia. Pero es. Tampoco, si C lo hace adrede o no. Pero Milton está, de alguna manera perversa, en ese cuerpo y vuelve a agitarme con el dolor de tener que comerlo. Hoy hace semanas que mantengo mi ayuno. Pero es cierto que de tan parecidos, a veces, la presencia de F en algún recodo de la gruta me produce unas ganas incontrolables de devorarlo a él. A F. Entiendo que hacerlo, hoy, no sería problema. Que nadie se daría cuenta. Porque C ha ideado la prótesis perfecta. Pero ¿si me alimento con F y C ya no inventa más cuerpos? ¿O si, al contrario, en la abstinencia de la carne, en pleno acto desesperado, acabo con el único que devuelve algo del olor de Milton, con el falso F? Siquiera eso, su olor, quiero conservar. Antes había dicho que el amor nos perdía. Hoy entiendo que el amor es lo único que salva a F y a Milton de mí…

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